
El 28 de febrero del 2023 era la última noche de mi pasantía en la Asociación de Mujeres Parteras Kichwa del Napo (Amupakin). Esa noche llegó una mujer en labor de parto. Alrededor de media noche, yo volvía de una celebración con todas las mujeres parteras y sanadoras con las que conviví ese mes. Celebrábamos nuestro tiempo juntas. Cuando llegué a mi habitación por la noche, escuché la voz de un hombre. Me llamaba y al principio me asusté un poco hasta que me di cuenta que era el padre de una mujer que venía a dar a luz en el centro de partos de Amupakin. La verdad es que no esperaba estar en un parto el día antes de irme. El universo siempre tiene formas de asombrarme.
El hombre me llevó hacia Angélica. Él era su padre. Angélica estaba recostada sobre su madre mientras tenía sus contracciones. Estaba en su labor de parto. En la sombra de esa noche, se sentía la energía intensa de cada ola. Ella respiraba profundo. Era su segundo bebé y se notaba que tenía experiencia con esto. Entramos al centro de partos juntas y fui a despertar a Mama Catalina, la partera que estaba de turno esa noche.
Mama Catalina es una de las integrantes originales de Amupakin. Amupakin es una asociación formada por muchas mujeres parteras. El colectivo fue creado hace más de 30 años cuando estas parteras se unieron. En ese entonces y ahora, trabajan juntas para mantener vivas sus prácticas ancestrales de parto. Mama Catalina es una mujer con más de 70 años. Su mirada, al igual que sus manos, están llenas de historias, aunque sus palabras son pocas. Ella ha estado aquí en Amupakin desde el inicio.

En la habitación comunal del centro, desperté a Mama Catalina. Estaba bien dormida cuando le puse la mano en el hombro. “Mama Catalina,” le dije, sacudiéndola, “hay un parto.” Parpadeó varias veces y abrió los ojos lentamente. Mire cómo su conciencia volvió al presente.
“Tengo sueño,” me dijo, “quiero dormir.”
“Yo sé, Mama Catalina,” le sonreí, “pero hay un parto.”
Nelva también estaba con nosotras. Nelva es cocinera en Amupakin y hace poco había parido aquí. Acompañada de su hija de 5 años Yamilé y su bebé de 4 meses Vladimir, dormía en el mismo cuarto que Mama Catalina. Pero ella no dormía cuándo fui a buscar a la Mama. Más bien, tenía la luz prendida cuando entré, como si de alguna manera prescindiera el parto. Me ayudó a despertar a Catalina cuando le conté que había llegado Angélica.
Y así comenzó la noche.
*
A Angélica le faltaba poco para parir — Mama Catalina y yo sentimos esto. Rápidamente fuimos a recolectar las plantas medicinales. Angélica estaba en su ritmo y no necesitaba distracción. Le pedí a Ben, uno de los chicos que estaba hospedado en una de las cabinas de Amupakin, que prendiera la fogata en la cocina. Después del parto necesitaríamos la ceniza del fuego para hacer un maito. En Amupakin, las Mamas envuelven la ceniza caliente en hojas de heliconia. A esta envoltura se le llama maito y se coloca encima del útero de la madre después de que nazca su bebé.
La primera planta que recogimos y una de las más importantes es la hoja tierna de yuca, o lumu yuyu panga en el Kichwa de la Amazonía Ecuatoriana. Recolectamos las hojas tiernas que salen de la parte de arriba de la planta de yuca en la chakra que está sembrada detrás de la cocina. La chakra es la huerta donde se siembra todo lo necesario para comer y hacer medicinas. Esa madrugada llenamos un tazón entero de hojas tiernas.
En la cocina, licuamos las hojas con poca agua—aproximadamente con la medida de un vaso. Después, cernimos la mezcla y colocamos el líquido en un pilche. Este es un tazón tradicional de madera que viene de una semilla muy grande (en Costa Rica le decimos jícara) y es del tamaño de un huevo de avestruz. Las Mamas nos enseñan que la hoja de yuca tierna es antihemorrágica. Siempre se le da una pequeña taza hecha de este líquido a la madre después de parir. Sirve para la prevención de una hemorragia y también apoya en caso de un sangrado.
Poco tiempo después de hacer la medicina, llegó otra partera llamada Carlota para apoyar con el parto. Ella, originalmente de Galicia, es una de las creadoras y coordinadoras del Programa Inmersivo de Partería Kichwa Amazónica (PIPKA) en conjunto con Margony Palacios de Perú. Es a través de PIPKA que yo hice mi pasantía en Amupakin. La inmersión es una oportunidad para aprender medicina y partería Kichwa con las Mamas de Amupakin. Tiene la duración de un mes y con el dinero que Amupakin recauda a través de PIPKA, se le puede pagar un salario mensual a las Mamas. También es lo que ha permitido empezar el Programa de Parto Gratuito para las mujeres de las comunidades de Archidona y sus alrededores.
Conocí a Carlota hace varios años cuando estudiabamos en un centro de partos llamado Maternidad la Luz en la frontera estadounidense con México. Fue hermoso coincidir con ella nuevamente. Uno nunca sabe a quién se va a encontrar en el camino. Le conté como estaba Angélica en el progreso de su parto y con esa sonrisa alegre que siempre lleva, fue a llamar a las otras compañeras que estaban de turno esa noche.
Mientras tanto, Mama Catalina estaba con Angélica en el cuarto de partos. Le demostró cómo utilizar las barras que estaban a un costado de la habitación. Estas son para sostenerse y guindarse con las manos durante las contracciones. Otra opción que tienen es una silla de partos, que se coloca encima de un colchón en el suelo. La silla tiene un hueco en la parte de abajo para que pueda bajar el bebé. Justo sobre la silla hay una cuerda hecha de fibras naturales que guinda del techo. Le dicen carawasa. Esta se usa tradicionalmente para que la mujer se pueda sostener a la hora de pujar en su parto.

A esa hora de la mañana traje Guayusa caliente de la cocina para compartir. Esta es una bebida energizante de la zona y es muy importante para la cultura Kichwa de la región. Le compartí un pilche de Guayusa a Angélica, a sus padres, a Mama Catalina y a las compañeras Rachael y Paloma que acababan de llegar. Ellas también formaban parte de PIPKA ese mes. Las tres estábamos para apoyar a Mama Catalina y a Angélica en este parto.
“Chicas,” les dije a Paloma y Rachael. “Creo que le deberíamos dar a Angélica un poco de espacio. Está bien concentrada en su labor de parto. Hace poco hablé con Mama Catalina y nos llamará cuando necesite de nuestra ayuda.” Nos sentamos juntas en el colchón de la sala, esperando y hablando de todas las aventuras que habíamos compartido este mes.
Una hora después, Mama Catalina nos abrió la puerta. Angélica respiraba profundamente mientras su vientre se contraía. Catalina nos indico a todas que fuéramos a la silla para ayudarle a parir a Angélica en la posición tradicional de parto. Estaba por nacer su bebé. Me senté en la parte de atrás de la silla y Angélica se sentó encima de mí. La sostuve, mis brazos alrededor de ella. Rachael y Paloma se sentaron en el suelo a la base de sus pies. Ella apoyó un pie en cada una de las chicas para que le dieran fuerza a la hora de empujar. Mama Catalina se arrodilló en el colchón al frente de Angélica, quien se colgaba de la carawasa con sus manos.

Desde mi posición, podía ver la cara de Mama Catalina de frente, ya que yo estaba detrás de Angélica. En cada contracción, Angélica pujaba y yo la sostenía para que se pudiera apoyar de mi cuerpo. Entre las contracciones, ella recostaba su cabeza en mi hombro, descansando. Le quite el pelo de su frente sudorosa con una caricia. Faltaba poco. Las chicas la animaban con sus palabras y en sus miradas se reflejaba el poder de esta mujer. Llegó otra contracción. Estábamos listas. Angélica gemía.
De pronto, a Angélica le entró la duda:
¿Puedo hacer esto?
Mama Catalina la miro a los ojos. Creo que nunca olvidaré esa mirada sabia y tranquila. En sus ojos firmes estaba su presencia completa. La miró y le dijo con claridad:
“Fuerza.”
De nuevo, le repitió:
“Fuerza.”
La miro a los ojos una vez más.
“Debes tener fuerza.”
A veces cabe el universo entero en una sola palabra. Solo falta decirla en voz alta para despertar el recuerdo de todo el poder que llevamos dentro. Para las parteras de Amupakin, la fuerza se forma entre todas, en comunidad y en familia. La fuerza se siembra en la chakra. Cuando a una le falte la voz, ahí estará su hermana, a su lado, para prestarle fuerza, coraje y confianza. Mama Catalina sostuvo la fuerza del parto con su voz y la mantuvo presente en el telar de este nacimiento.
Angélica juntó sus fuerzas, de ahí, de su mismo parto y así parió a su hijo. Miró por primera vez al bebé entre sus piernas en las manos de Mama Catalina. Todo lo que existía fuera del cuarto desapareció y el sentido del tiempo cambió. Solo existíamos en ese momento. Debo decir que esta es mi parte favorita de la madrugada, este momento de pausa y admiración. En los ojos de Paloma vi lágrimas de emoción de la experiencia vivida. De repente, Angélica se preocupó porque su bebé aún no lloraba. “Llámalo,” le dije, “llama a tu bebé.” Entonces, Angélica le habló a su hijo y fue así que todas lo escuchamos llorar el sonido de la vida.
Comments